Entre la izquierda y la derecha.


Entre la izquierda y la derecha. 
Todo cambio democrático en un país conlleva una lucha de las fuerza políticas por el poder. México no ha sido la excepción.
Estar  entrampados entre las ideologías de la izquierda y  la derecha  parece ser el destino de muchos mexicanos apolíticos o no simpatizantes de la política. Quizás haya ahora  muchos simpatizantes  por la ideología de  izquierda o  por la ideología de la derecha a través de la historia moderna del país, simpatizantes recluidos en partidos políticos en su mayoría. La lucha entre los conservadores y los liberales  ha marcado los episodios más  sonantes de los años posteriores a la Independencia y de los años que han servido para  construcción de la República y la Post-revolución,  hechos  que ha llevado a la  transformación democrática del país en un  Estado moderno como se encuentra ahora.
Con un nuevo gobierno  la diferencia entre estas  ideologías parece ser el distintivo o la línea para dividir lo corrupto de lo honesto, lo viejo de lo nuevo, la transformación de un  Estado progresista  o de la conservación de un Estado corrupto. Sin embargo hay mexicanos que no se identifican con ninguna de estas  dos  corrientes. No son conservadores pero tampoco son progresistas. Estigmatizar al pueblo entre estas dos ideologías puede funcionar como una estrategia de comunicación política para despejar los  caminos y  para facilitar la gobernanza, para hacer propicia la trasformación de las instituciones sobre las cuales se deposita el Estado de Derecho.    Pero tiene un riesgo. Someter al pueblo a una disputa ideológica tendrá sus consecuencias tarde o temprano. El surgimiento de colectivos independientes podría ser la respuesta a esto. Entrampados entre  una izquierda   que no termina por  definirse realmente de izquierda y de una derecha que peligrosamente simula no serlo, el pueblo que se mantiene  ajeno a la simpatía de estas ideologías  puede reaccionar en forma  independiente mediante el surgimiento de colectivos democráticos que podrían impulsar una corriente que influya en los resultados de las futuras elecciones.   Ya se están dando estos avisos y debe preocupar a quienes se dedican a la política y a gobernar. El efecto bola de nieve podría ser imparable si no se entiende la política como un quehacer moderno para lograr el bien común, para lograr  la unidad de la república y no solo para mantenerse en el poder por el poder, cosa que sin duda es difícil. La lucha por una sociedad justa y equitativa apenas comienza. Los movimientos democráticos siempre surgen de la consciencia colectiva del pueblo, para preservar su democracia y para exigir mejores condiciones de vida, para exigir políticas públicas que no sean selectivas ni condicionantes. La sociedad es  aspiracional se quiera o no, sobre todo las nuevas generaciones.  Entre una  izquierda que no lo es totalmente  y una  derecha que peligrosamente lo disimula  se encuentra el centro y el centro debe ser el pueblo, principal motivo para ejercer la política como mecanismo de justicia y progreso.  El tiempo y la historia  dará o negará la razón al respecto.   
Carlos Sandy 

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